domingo, 23 de agosto de 2009

Austeridad ¿para quién?

Mucho se habla y se reitera en los medios de comunicación de que los gobiernos federal, estatal y municipal tendrán que reducir drásticamente sus gastos. Y esto se vende y festeja como un acto de bonhomía, de responsabilidad de parte de nuestros funcionarios gubernamentales.
Pero bien visto, esta reducción en el gasto del gobierno a quien más perjudica es a la propia ciudadanía. Pues esta reducción apenas afectará los salarios de burócratas y funcionarios, la reducción será más en gastos de operación, es decir que los mismos funcionarios públicos seguirán devengando sus salarios pero tendrán menos qué hacer, porque no habrá para operar, tendrán menos recursos para hacer funcionar la seguridad pública, la salud, la educación, los servicios básicos y claro está menos apoyo a los sectores más pobres.
Así las cosas esta austeridad gubernamental tan festejada y presumida, a quien más perjudica y castiga es a la propia ciudadanía y de esta, son los más necesitados los que más van a perder ya que son los que más requieren de estos servicios que da el gobierno en sus tres niveles.
En cambio cuando se habla de generalizar el IVA a todos los productos, se piensa que los más perjudicados son los sectores más pobres.
Pero no es así. Los sectores más pobres son los que menos consumen, los que menos tienen para alimentos y medicinas. Dependen totalmente de dispensarios, de la medicina asistencial o del sector público.
Los niños más pobres apenas consumen leche, huevos, pan ¿Quiénes más consumen estos productos? Las clases medias y en mucho mayor medida las clases más pudientes.
La exención del IVA que hoy tienen la leche, los huevos y el pan ¿Quiénes más la disfrutan?. Pues los que más la consumen. El 5% de la población mexicana, consume aproximadamente el 70% de estos productos. El 95% restante apenas consume el 30%.
¿Dónde esta la justicia fiscal de la exención del IVA a medicinas y alimentos?
Y si se pagara este impuesto al consumo generalizado, habría más recursos para que los funcionarios públicos sigan haciendo su labor de servicio a la sociedad y a la ciudadanía.
Por desgracia los medios de comunicación no alientan el análisis a fondo de estos y otros temas, al contrario, se festina y se alienta el lugar común, las consignas, los gritos y sombrerazos, como los que lanza nuestra arcaica izquierda que nomás oye “IVA generalizado”, se desgarra las vestiduras se tira al piso, empieza a patalear y en caso extremos –AMLO por ejemplo- hasta llama a una rebelión popular.

Hay de subsidios a subsidios
Uno de los servicios que se prevé incrementen su costo a la población es el de la energía eléctrica. Aunque más que un aumento en las tarifas, la verdad sea dicha, lo que se prevé es la reducción en el subsidio que el gobierno federal da a todos los usuarios domésticos de este energético.
El subsidio es parcial y según el nivel de consumo el subsidio va siendo mayor: entre menos el usuario doméstico consuma más subsidio y menos costo del servicio; y al contrario, entre mayor consumo doméstico menos es el subsidio.
Pero hay casos en los que el subsidio es total. Como a los trabajadores sindicalizados de ese sector, quienes como parte de sus prestaciones se les da la energía eléctrica de manera gratuita. Claro está que con esto, los hogares de los trabajadores eléctricos tienen estufas, bóilers, calefactores y todo lo que puedan, que funcione a base de electricidad.
Hay también municipios, instituciones, delegaciones en todo el país, que por una razón o por otra, no pagan su consumo de esta energía.
Por si fuera poco, la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, una de las dos empresas federales que tiene el monopolio de la generación y distribución de más del 90% de la energía eléctrica nacional tiene un déficit de algo así como 18 mil millones de pesos, tiene 40 mil trabajadores activos y 20 mil jubilados con las más altas prestaciones del país.
Es una empresa nada competitiva y cara. Que sin embargo por ley no puede dejar de existir y estamos obligados como país, a mantener aunque no sirva y sea ineficaz y costosa.
¿No se podría empezar a buscar resolver estas situaciones anómalas para llegar a una verdadera austeridad?

Para tapar el “hoyo fiscal”


Por el oscuro panorama económico y sobre todo el déficit gubernamental que el año entrante tocará fondo -aunque desde ya se perciben sus primeros síntomas-, nuestros próximos diputados tendrán la gran responsabilidad de aprobar la propuesta de ingresos y egresos para el 2010.
Y mientras los dirigentes partidistas y las visibles cabezas de todos los partidos escurren el bulto ante la sola mención del IVA generalizado o de incrementar impuestos, los legisladores tendrán ante si la responsabilidad de decidir qué hacer ante la falta de recursos.
Es previsible una reducción drástica del gasto público, una política de ahorro que va castigar los llamados rubros no indispensables.
Pero por muy fuerte que sea el recorte no será suficiente. Y es que la crisis pega lo mismo a la federación, los estados y los municipios y en cada uno hay necesidades básicas que no se pueden obviar: seguridad pública, salud, educación, servicios básicos, etcétera.
En esta época de lucha contra las narcomafias ¿se castigará la seguridad pública?
Con la crisis que provocó la presencia en México del virus AH1N1 ¿se reducirá el gasto en salud?
Con el serio rezago educativo que tan mal califica al país ante muchos organismos internacionales ¿se castigará a la educación?
Yo creo que no.
También es previsible que se recurra a pedir préstamos internacionales. Pero de igual manera, será insuficiente para el tamaño del “hoyo fiscal” que se tendrá el siguiente año.
Por lo tanto será necesario que las autoridades federales y el poder legislativo busquen la manera de conseguir recursos extraordinarios de la propia sociedad mexicana y para eso no va a haber de otra: será vía impuestos.
En recientes días se han manejado un par de opciones que bien pueden ayudar a paliar esta escasez de recursos públicos, pero que implican que ya no sea sólo el gobierno federal el que tenga que cargar con el costo de ser el recaudador de impuestos, sino que implicará por fuerza la participación de los propios estados y municipios.
Una de estas es dejarle a los estados libres y soberanos la posibilidad de aplicar en sus demarcaciones gravámenes estatales.
Esto sería de doble beneficio. Por un lado el gobierno federal dejaría de ser quien paga el costo político por la recaudación fiscal, y por otro lado los gobiernos estatales podrían disponer de recursos frescos de manera más directa. Además de que se atendería de manera más eficiente y directa los muchos casos de evasión.
Muchos estados de la república –como Veracruz o Nuevo León- se quejan de que le dan más al país –vía recursos naturales o impuestos-, de lo que reciben –vía asignaciones federales-. Con esto podrán disponer de recursos fiscales de manera directa.
Otra opción es la de incrementar el ingreso vía impuesto predial. Ya se sabe que es un impuesto que cobran los propios municipios directamente, pero que da mucho menos de lo que debería dar.
En este rubro México también esta en la cola de los países del mundo, y esto se debe a la fragilidad e inseguridad de la tenencia de la tierra en muchos estados y municipios, a la gran cantidad de asentamientos irregulares y al rezago catastral a nivel nacional.
Por último, otra opción que se puede abrir también vía estados y municipios, es incorporar a la economía informal a los que pagan impuestos.
Hay millones de ciudadanos mexicanos que mueven recursos, dan empleo y generan riqueza en la informalidad, sin dar un solo centavo al erario.
Esto último es más complicado, ya que muchos de estos grupos de la informalidad tienen vínculos con partidos, forman parte del corporativismo que sigue siendo la fuente del poder de muchos políticos de todos los colores.
Ahora la pregunta que queda es: ¿estarán los gobiernos estatales y municipales dispuestos a asumir esta gran responsabilidad?
Yo creo que no. Hasta hoy ha sido más fácil dejarle la bronca de la recaudación fiscal a la federación y esperar a que los recursos lleguen.
En todo caso, son pocos los caminos que hay para salir de la crisis de falta de recursos y alguno de estos se tendrán que tomar más temprano que tarde.

luisbenitez22@hotmail.com

domingo, 9 de agosto de 2009

Zelaya, visitante incómodo


El depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, fue recibido con todo el protocolo por el gobierno del presidente Felipe Calderón, quien se ha mostrado solidario y hasta acomedido en apoyar al depuesto mandatario en su lucha por regresar al poder en su país.
En su discurso el presidente Calderón ha justificado esta actitud con respecto al conflicto interno en Honduras, en la vocación democrática que debe consolidarse en el continente, en el respeto a las instituciones y al Estado de Derecho.
Y claro está, el llamado a no caer en las tentaciones golpistas de hace tres décadas que tanto daño y sangre le causó al continente.
Sin duda una actitud irreprochable del mandatario mexicano.
Sin embargo si bien es claro que la actitud golpista de las autoridades de facto que hoy gobiernan Honduras, significa una clara traición a los valores democráticos que apenas se quieren consolidar en nuestro continente, también es un hecho que el mandatario Zelaya había entrado semanas antes de su ilegal destitución, en una espiral populista y de tentación autoritaria que también lesionaba de manera grave a las instituciones hondureñas.
Su empecinamiento en hacer un referéndum para promover la reelección, sin respetar la opinión de los otros poderes de la república hondureña y haciendo caso omiso de la negativa para hacer tal ejercicio de parte de su propio partido, lo colocaba en el camino por el que han transitado personajes del tamaño de Hugo Chávez (Venezuela), Daniel Ortega (Nicaragua) y en Ecuador, Rafael Correa, que son todo lo “progresistas” que se quiera, pero demócratas, no.
Ya estaba marchando en ese rumbo megalómano, mesiánico y francamente dictatorial que tanto entusiasmo estaba despertando en gobernantes tan “democráticos” como los hermanos Castro de Cuba.
Y esos guiños al populismo los vino a confirmar en su visita a México, donde después de la recepción amistosa y cálida dada por el gobierno mexicano, en un visita que prometía ser corta, pero que terminó siendo de tres días, Manuel Zelaya en un acto público se deshizo en elogios al “presidente legítimo” López Obrador y le remató el panegírico con esta frase: “a veces es mejor sentirse presidente, que serlo…”
No conforme con eso, un día antes había señalado que el golpe en Honduras se resolvería en cinco minutos si Estados Unidos se lo proponía. Le recriminó a Obama su tibieza ante el conflicto en el país centroamericano.
O sea, al odiado imperio yanqui al que le hemos recriminado durante décadas su intromisión en los asuntos internos de los países de América Latina, ahora Zelaya le pide que se meta para resolver de facto el conflicto hondureño.
Si este doble discurso que trajo en su visita a México (lleno de cinismo, de engaños, vacío de diplomacia e ignorante), fue el mismo con el que quería convencer a los ciudadanos hondureños, se entiende –aunque no se justifica- la desesperada actitud de quienes le organizaron el virtual golpe de estado a este dictador en ciernes.
Con todo una vez más, quien salió mal librado de este gris episodio de la diplomacia mexicana, es el presidente Felipe Calderón, quien no sólo se tomó la foto en Nicaragua con Raúl Castro, Ortega, Chávez, el propio Celaya y Correa, sino que fue vocero de una posición conjunta en defensa del gobierno de Zelaya.
Para que ahora en México el depuesto mandatario –sin querer queriendo- le viniera a pagar con flores. Pero flores para AMLO.
Calderón está mal y de malas.
Sólo espero que la diplomacia mexicana asuma con mayores reservas este apoyo a rajatabla que le está regalando a un político centroamericano más cercano al autoritarismo de Hugo Chávez y Fidel Castro, que a una verdadera vocación democrática.

La libertad de prensa, los excesos

El problema que hoy enfrenta el periodismo y el ejercicio de la libertad de prensa es muy distinto a lo que sucedía en México hace dos décadas.

Antes el principal obstáculo para el ejercicio periodístico era la censura que el estado autoritario mexicano y monopartidista ejercía en todos los medios de comunicación a todo lo largo y ancho del país. Esta censura podía ejercerse de manera violenta o intimidatoria, o por medios más “cautos” vía el pago de publicidad o el intercambio de favores con los dueños de los medios.

(Aún así existieron medios informativos como la revista “Por esto”, o diarios como “Excelsior” -que vivió etapas de cierta libertad-, o más recientemente la revista “Proceso” que desde que nació en los años setenta se convirtió en una voz sistemáticamente disidente del gobierno en turno.)

Hoy los principales problemas que enfrentan los periodistas mexicanos son la represión y censura que ejerce la violencia organizada en cada vez más zonas del territorio mexicano y el abuso en el ejercicio de la libertad de prensa.

Y es que aunque hay algunos gobiernos estatales que ejercen presión y censura sobre algunos medios regionales, en general la diversificación y el nacimiento de las nuevas tecnologías, ha hecho imposible que ningún gobierno en nuestro país pueda “controlar” a todos los medios de comunicación.

Hoy, creo yo, en México y en Puebla se ejerce la plena libertad de prensa, todos los medios publican lo que a su parecer les parece informativo, lo destacan o lo jerarquizan según sus propios criterios.

Quien quiere publicar algo que signifique una crítica al gobierno federal, al estatal o municipal lo puede hacer. Quien no lo hace es porque no quiere o porque no le conviene hacerlo.

Hay medios que viven de halagar al gobierno en turno. Pero también los hay que viven de criticarlo sistemáticamente.

Si alguien apela a la “autocensura” como una nueva manera de ejercer la censura de parte de los gobiernos, yo explicaría que lo que hay son líneas editoriales y propuestas informativas que consideran qué decir y qué no decir.

La “autocensura” es un mito que esconde conveniencias y acuerdos previos entre medios e instancias de gobierno.

El otro problema es el abuso de la libertad de prensa o el esconderse en ella para dar rienda suelta a fobias personales o buscar medrar o lucrar con los contenidos informativos.

En esta simulación informativa se busca indagar intimidades, violar las vidas privadas, calumniar, inventar historias buscando dañar escandalizando y entre más escándalo se provoque “mejor” periodista se quiere ser.

Este periodismo se esconde en una presunta pretensión literaria, se desliga –y hasta se burla- de cualquier contención ética, niega la existencia de responsabilidad social al informar y en su ejercicio “creativo” no se detiene ante nada ni nadie, que no sea su propia “vocación” de tirar la neta.

Esta idea “periodística” daña al gremio ya que predispone a mucha gente a no confiar en los medios periodísticos, a que no los vea como entes confiables y aliadas en la contención de los excesos gubernamentales, sino más bien como “tira-tintas” al servicio de tal o cual causa.

Convierte a los informadores no en medios, sino en actores de la noticia, por lo tanto los pone en el centro de los conflictos de la sociedad.

Y una sociedad donde la violencia -por desgracia- está cada vez más a la orden del día, hace que el gremio periodístico sea su víctima cada vez más constante.

Es momento de diferenciar el periodismo serio de la “ficción periodística” y entender que hay que ser más responsable y autocrítico al informar.

Y apostar a que en medio de este excesivo uso de la libertad de prensa, sean los amables lectores quienes distingan el denuesto de la información.