domingo, 9 de agosto de 2009

La libertad de prensa, los excesos

El problema que hoy enfrenta el periodismo y el ejercicio de la libertad de prensa es muy distinto a lo que sucedía en México hace dos décadas.

Antes el principal obstáculo para el ejercicio periodístico era la censura que el estado autoritario mexicano y monopartidista ejercía en todos los medios de comunicación a todo lo largo y ancho del país. Esta censura podía ejercerse de manera violenta o intimidatoria, o por medios más “cautos” vía el pago de publicidad o el intercambio de favores con los dueños de los medios.

(Aún así existieron medios informativos como la revista “Por esto”, o diarios como “Excelsior” -que vivió etapas de cierta libertad-, o más recientemente la revista “Proceso” que desde que nació en los años setenta se convirtió en una voz sistemáticamente disidente del gobierno en turno.)

Hoy los principales problemas que enfrentan los periodistas mexicanos son la represión y censura que ejerce la violencia organizada en cada vez más zonas del territorio mexicano y el abuso en el ejercicio de la libertad de prensa.

Y es que aunque hay algunos gobiernos estatales que ejercen presión y censura sobre algunos medios regionales, en general la diversificación y el nacimiento de las nuevas tecnologías, ha hecho imposible que ningún gobierno en nuestro país pueda “controlar” a todos los medios de comunicación.

Hoy, creo yo, en México y en Puebla se ejerce la plena libertad de prensa, todos los medios publican lo que a su parecer les parece informativo, lo destacan o lo jerarquizan según sus propios criterios.

Quien quiere publicar algo que signifique una crítica al gobierno federal, al estatal o municipal lo puede hacer. Quien no lo hace es porque no quiere o porque no le conviene hacerlo.

Hay medios que viven de halagar al gobierno en turno. Pero también los hay que viven de criticarlo sistemáticamente.

Si alguien apela a la “autocensura” como una nueva manera de ejercer la censura de parte de los gobiernos, yo explicaría que lo que hay son líneas editoriales y propuestas informativas que consideran qué decir y qué no decir.

La “autocensura” es un mito que esconde conveniencias y acuerdos previos entre medios e instancias de gobierno.

El otro problema es el abuso de la libertad de prensa o el esconderse en ella para dar rienda suelta a fobias personales o buscar medrar o lucrar con los contenidos informativos.

En esta simulación informativa se busca indagar intimidades, violar las vidas privadas, calumniar, inventar historias buscando dañar escandalizando y entre más escándalo se provoque “mejor” periodista se quiere ser.

Este periodismo se esconde en una presunta pretensión literaria, se desliga –y hasta se burla- de cualquier contención ética, niega la existencia de responsabilidad social al informar y en su ejercicio “creativo” no se detiene ante nada ni nadie, que no sea su propia “vocación” de tirar la neta.

Esta idea “periodística” daña al gremio ya que predispone a mucha gente a no confiar en los medios periodísticos, a que no los vea como entes confiables y aliadas en la contención de los excesos gubernamentales, sino más bien como “tira-tintas” al servicio de tal o cual causa.

Convierte a los informadores no en medios, sino en actores de la noticia, por lo tanto los pone en el centro de los conflictos de la sociedad.

Y una sociedad donde la violencia -por desgracia- está cada vez más a la orden del día, hace que el gremio periodístico sea su víctima cada vez más constante.

Es momento de diferenciar el periodismo serio de la “ficción periodística” y entender que hay que ser más responsable y autocrítico al informar.

Y apostar a que en medio de este excesivo uso de la libertad de prensa, sean los amables lectores quienes distingan el denuesto de la información.

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