lunes, 20 de abril de 2009

Adicciones y prejuicios

José Luis Benítez Armas
Irracionalidad e ignorancia es lo que priva en muchas de las opiniones de aquellos que se oponen a analizar siquiera la posibilidad de despenalizar el consumo de las drogas, específicamente de la mariguana.

“Porque la mariguana es el ‘puente’ para el consumo de otras drogas como la cocaína”; como si el alcohol y el tabaco no hicieran lo propio y su consumo no sólo está despenalizado, sino que está promovido por nuestra sociedad.“

Porque la mariguana intensificaría la violencia en las calles”; no conozco hasta la fecha ningún estudio serio que pruebe esa teoría. En cambio el legalizado consumo de alcohol –está ampliamente documentado—sí provoca accidentes, muchos de ellos mortales y se encuentra claramente asociado a conductas violentas en las calles y en la violencia intrafamiliar en los hogares mexicanos.

Otro argumento es de simple aritmética: si ya tenemos dos drogas duras legalizadas –tabaco y alcohol- que nos hacen mucho daño ¿para qué queremos una más que sumen tres?

Vaya hasta periodistas serios como Pablo Hiriart de “Excelsior, cae en simplezas como esta que apunta al hablar de los “mitos” de la despenalización y porqué no debe hacerse:

Ante el mito de que “…cualquier persona mayor de edad es libre de hacer con su cuerpo lo que le plazca”, responde el informador: “Falso. El Estado tiene una responsabilidad con la salud de los ciudadanos, y la mariguana es una droga.”

Con ese argumento habría que empezar a penalizar el azúcar, los refrescos embotellados, la carne de puerco y los embutidos, ya que “El Estado” tiene la responsabilidad de cuidar nuestra salud (y de paso las finanzas nacionales), pues el problema de la diabetes y la obesidad, son hoy los principalísimos problemas de salud de nuestro país y que provoca muchas muertes.

Señala más adelante: “Con el aumento del consumo de mariguana en el país, crecería la violencia de los dependientes de esa droga para conseguir dinero y adquirirla...”.

Esto es un prejuicio y una visión de un estereotipo, que es difícil que hoy de verdad exista, me imagino a todos los consumidores de la hierba durmiendo en la calle, en harapos, con viejos y oxidados puñales, acechando a la ciudadanía limpia de drogas, para esquilmarla y poder comprar el “churro” de cada día.

Muchos consumidores de esta u otras drogas, son gente común y corriente, que trabaja, maneja, cuida a sus hijos y tiene que estar en la talacha cotidiana como cualquier ciudadano.

Es tanto como estereotipar a todos los consumidores de alcohol, como los teporochos que vagan por cualquier calle de algunas de nuestras poblaciones.

No se trata de pensar que al despenalizar el consumo de la mariguana, al día siguiente tendremos a miles que la consuman alegremente, es como los que pensaban que al despenalizar el aborto al día siguiente miles de mujeres marcharían jubilosas y en fila a abortar al hospital más cercano.

Las adicciones como el embarazo no deseado, son problemas muy complejos, que pasan por temas de educación, de formación familiar, de salud, de la cultura, los medios y mucho más.

El tema central es convertir el problema de la adicción en lo que debe ser: no un problema policiaco o delincuencial, sino un problema de salud pública en donde lo que debe importar es lo que señaló uno de los participantes en los foros que el Poder Legislativo organiza: hacer no que la droga no llegue a nuestros hijos --tema en el que es evidente que como sociedad hemos fracasado--, sino que nuestros hijos no lleguen a la droga.

Y ese es un problema que implica, primero, pensar que no es mandando policías o encarcelando como se va a evitar una adicción a cualquier sustancia (alcohol, tabaco y mariguana).

Antes hay que detectar cuándo es una adicción y cuándo estamos ante un consumo lúdico (el jovencito que se toma unas chelas el domingo en el futbol, no es por fuerza un alcohólico al que hay que mandar a Oceánica, como tampoco el muchacho que se fuma un “churro” en el concierto del sábado por la noche), y segundo, comprobada la adicción buscar la ayuda médica profesional y científica, que los ayude a salir de su dependencia.

Y para esto, primero debemos entender la compleja dimensión social, familiar y económica que implica una adicción.

Es momento de racionalizar el problema. Con persecuciones policiacas –las evidencias empíricas así lo señalan-- es claro que no lo estamos logrando.

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