sábado, 16 de mayo de 2009

Linchamientos mediáticos

La semana que pasó el Poder Judicial mexicano en voz de un juzgado de la capital del país, sentenció hasta 46 años a un grupo de personas involucradas directamente con el linchamiento de dos policías federales y las graves lesiones ocasionadas a un tercero, sobreviviente de ese atroz y televisado acto en la delegación Tláhuac del DF.
Fue un acto implacable de aplicación de las leyes en donde al parecer si se cumplió la vieja y gastada promesa oficialista de “aplicar todo el peso de la ley”, contra los responsables –según la justicia mexicana- de ese indignante caso.
Por desgracia no es muy común que se logre identificar a participantes en linchamientos y mucho menos que sean llevados ante la justicia.
Desde el emblemático caso de los estudiantes poblanos en Canoa, el linchamiento de un presunto violador en el sur de Veracruz hace unos años, videofilmado en todo su salvajismo y dado a conocer en su momento por los medios, hasta las varias intentonas que se han presentado a lo largo y ancho de todo el país, el mencionado de Tláhuac es el único que yo recuerde que se detuvo y se sentenció con firmeza los linchadores.
Y es que si bien de dientes para afuera se habla y se reconoce lo bárbaro de un acto de esta naturaleza, y lo negativo para un estado de derecho que eso representa, en general los linchamientos y algunos actos como la retención de funcionarios públicos, la agresión contra policías por parte de pobladores en masa y algunos otros actos más de este calibre, suelen verse como una especie de “justicia popular”, con un dejo de justificación en algunos medios y en voz de periodistas, como actos lógicos ante la “ineficacia” institucional para combatir el delito.
Esos “hechos justicieros” son catarsis de venganzas no en contra de quien la hizo, sino en contra de quien a los ojos de las turbas, represente la quintaesencia de ese mal. En los linchamientos no recibe su merecido el rufián atacado que ya delinquió, sino que se usa como ejemplo para que los que quieran hacer lo mismo, lo piensen dos veces.
Son en el fondo actos de “justicia anticipada”. Las colectividades iracundas se ceban contra uno que según ellos represente todo el mal, habido y por haber.
Se ven como actos del “pueblo” descontento, se idealiza la “Fuenteovejuna” y se traslada al terreno de lo mítico, como si un grupo de gentes enardecidas y violentas, puedan convertir ese estado de ánimo en actos de “justicia verdadera”.
Sin embargo son actos bárbaros, irracionales, por si mismos transgresores del Estado de Derecho y que niegan de raíz la posibilidad de que una colectividad pueda llamarse civilizada.
Nada menos el pasado fin de semana, una familia que fue de visita a la zona de Río Frío, en los límites de los estados de Puebla y México, sufrió el embate injustificado de la irracionalidad que simbolizan estos actos de “justicia popular” (hechos que están asentados en una nota de Síntesis, miércoles 13 de mayo 2009, sección Policía, página 2).
Los medios de comunicación en conjunto y con una rabia parecida a la expresada por esas infames turbas, también pueden caer en esos actos irracionales que no se reflejan en violencia directa contra alguien, pero si en violencia verbal y en “actos justicieros” igualmente irracionales.
Es el caso de la campaña de denuestos y desprestigio contra el expresidente Carlos Salinas de Gortari.
Sin duda CSG no es un ejemplo de honestidad, ni de limpieza electoral, como tampoco de transparencia y democracia.
Pero tampoco se le puede poner ya la medalla del peor presidente de México. Los hubo mucho peores y más dados al latrocinio.
No se puede dudar que en su administración a pesar de haber sido antecedente de una de las crisis más severas en el país, se dieron pasos importantes hacia una economía más moderna.
Hubo represión sin duda, pero hubo gobernantes mucho más autoritarios, más dados a la represión.
En fin, podemos discutir la gestión salinista, encontrarle puntos positivos y negativos, pero convertir otra vez a CSG como el causante de todas las desgracias nacionales (no faltará el columnista que halle elementos que encuentren las huellas digitales de Salinas en la propagación del la influenza tipo A en México) y someterlo a la “justicia popular” mediática, es un acto tan irracional como los arriba mencionados.
Colocarlo como el villano favorito –antagonista, dirían en las telenovelas- y ponerlo como el “cerebro” de la conspiración “contra México”, es el antecedente para colocar en este guión chafa a un bueno –protagonista- que --“para defender a México”-- sufre los embates de la maldad identificada en CSG.
Seamos serios y utilicemos más la cabeza, antes que el hígado, no hay que caer en linchamientos mediáticos, que no son ni de lejos actos de verdad justicieros.

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