martes, 26 de mayo de 2009

Dilemas fiscales

Nuestro país arrastra un rezago centenario en materia de política fiscal. A los pocos que pagamos impuestos nos exprimen, mientras la inmensa mayoría de las personas económicamente activas que permanecen en la informalidad, evaden sus obligaciones ante el fisco.

Tenemos una miscelánea fiscal que es un verdadero galimatías que le cuesta a los ciudadanos cumplidos muchos recursos entenderlo y cumplirlo (pagar contadores, hacer trámites, etcétera).

La propuesta de gravar directamente el consumo, al generalizar a todos los productos el IVA (Impuesto al Valor Agregado), ha sido hecha desde hace mucho, pero por desgracia no ha encontrado apoyo en el sistema político mexicano que se niega siquiera a discutirlo por el costo político que conllevaría.

Basta una prueba: la semana pasada el expresidente Ernesto Zedillo (quien en su administración exploró con resultados adversos, la posibilidad de la aplicación del IVA generalizado) nos recordó este tema que más temprano que tarde, con una producción petrolera a la baja y la recesión económico que hoy vivimos, nos volverá a poner ante la posibilidad de estar con un Estado sin recursos, con todo lo muy malo que eso implica.

Bastó que el expresidente nos recordara esta triste realidad, para que sus mismos correligionarios (encabezados por Manlio Fabio Beltrones) se le lanzaran encima y le dijeras hasta de lo que se iba a morir.

Muchas voces de la izquierda no más oyen IVA generalizado y se lanzan como demonios a anatemizar y denostar a quien se atreva siquiera a mencionarlo.

Las razones de esto son simples y hasta obvias. Para quienes se oponen, si se aplica el IVA a los productos básicos, van a quedar fuera del alcance de mucha gente que apenas gana el salario mínimo o menos, por lo que esto resultaría lesivo para las clases más desprotegidas.

Para quienes ven favorable la aplicación del IVA generalizado, argumentan que sería una manera más justa de cobrar impuestos: pagaría más quien más consume, así llanamente.

(Un ejemplo: una familia rica y una familia pobre, hoy compran su leche sin IVA, digamos a 10 pesos el litro. Con IVA la leche costaría $11.50. La familia rica tiene chance de comprar 5 litros diarios, la pobre sólo dos. La familia adinerada gasta 50 pesos en leche y se ahorra 7.50 pesos diarios. La familia pobre gasta 20 pesos y se ahora 3 pesos diarios en impuestos. Esta exención de impuestos al final del mes ¿a quién ayuda más?)

Además la aplicación del IVA sería operativamente más sencillo, sin tanto papeleo y trámites a qué hoy se obligan las personas físicas y morales con la famosa y abigarrada miscelánea fiscal, con los costos en dinero y tiempo que ello implica.

Por si esto fuera poco, también reduciría de manera drástica la evasión fiscal, ya que todos tenemos algo que consumir siempre, así el ambulante o el vendedor de puerta en puerta, el que vende piratería, etcétera, todos tendrían que pagar su IVA al comprar cualquier artículo o mercancía.

Y sobre todo, la generalización del IVA le brindaría al Estado mexicano una cantidad muy importante de recursos extras que bien podrían invertirse en ayudar de manera directa a los sectores más pobres de la sociedad mexicana.

En este sentido va una muy interesante propuesta plateada en el libro “Buenas intenciones, malos resultados: Política social, informalidad y crecimiento económico en México”, de Santiago Levy, exdirector del IMSS y experto en la materia.

Para más datos consultar este otro artículo en la revista Nexos.

Más allá de ideología, filias y fobias políticas o partidistas, es necesario analizar y razonar soluciones a este problema (el equilibrio entre la normalización fiscal y la reducción de la desigualdad social) que es claro, más temprano que tarde pondrá a nuestro país en medio de otra crisis.

¿Periodismo sin adjetivos?
Las balbuceantes respuestas del expresidente Miguel de la Madrid, a una entrevista claramente inducida de la prestigiada periodista, Carmen Aristegui, se convirtieron en el escándalo de la semana pasada.

La entrevista fue hecha el 15 de abril del año en curso, pero se dio a conocer hasta el lunes 11 de mayo. Casi un mes después.

¿Por qué si como alega Aristegui, la entrevista en sí era un testimonio periodístico inestimable, se tardó tanto en darla a conocer? ¿Por qué no lo publicó el lunes 20 de abril por ejemplo?

Porque después de que se dio a conocer el libro de Ahumada –una semana antes de la entrevista a de De la Madrid- en donde otra vez, el enemigo identificado Carlos Salinas de Gortari, era puesto otra vez en la picota mediática, era mejor contexto para el escándalo. Razones de marketing, pues.

Es menester leer el artículo del académico de la Ibero, José Carreño Carlón en “El Universal” de esta semana, más allá de que haya sido funcionario de Salinas, hace una serie de reflexiones y referencias que deben ser materia de análisis.

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