miércoles, 3 de junio de 2009

De futbol y líderes

El lugar común reza: al frente de un gran equipo siempre hay un gran líder. O al frente de una institución exitosa siempre habrá un dirigente visionario y responsable que lo conduce y lo guía.

En el caso de equipo Puebla de la Franja que mantuvo ilusionado durante dos semanas al aficionado camotero, en ayunas de victorias y éxitos desde hace 17 años, en la cancha sí hubo un gran líder, conductor y motivador: José Luis Sánchez Solá, el ya famoso “Chelis”, técnico poblano que supo ascender al equipo al máximo circuito del futbol nacional y los colocó en la antesala del campeonato, con una nómina modesta en números, pero que resultó grande en corazón y trabajo en equipo.

Y Chelis lo hizo no sólo con mentalidad positiva, sino también con inteligencia y buena dirección técnica.

En el caso de la institución del futbol como empresa, lo que pudimos ver en el equipo de la franja fue no solo la falta de líderes o su clara incompetencia, sino que los que encabezaban al club –o que por lo menos deberían hacerlo-- demostraron a los cuatro vientos su absoluta incapacidad para ponerse de acuerdo, tomar decisiones y cumplirlas.

Y vienen las preguntas: ¿qué hacer cuando los “líderes” de un proyecto se ausentan o no sirven? ¿qué pasa con el equipo? ¿qué hacer?

El Chelis tuvo una respuesta: ante la falta de una cabeza que dirija, él asumió la responsabilidad de conducir la nave, motivar a su gente, exigirles no agachar la cabeza, a pesar de faltas y retrasos en el pago, a pesar de todos los inconvenientes, los animó a llegar hasta donde llegaron.
Y no llegaron a más porque de plano no se pudo. Pero por lucha, ánimo, amor a la camiseta y ganas de partirse la cara, no pararon.

O sea, el equipo de Puebla llegó hasta dónde llegó, no porque tuvieran unos líderes inteligentes, eficientes y motivadores, sino a pesar de las burradas de sus dirigentes.

Ahora: ¿imagínese amable lector, qué hubiera pasado si la dirigencia hubiera hecho lo que le toca, ya no digamos excelentemente, sino solo bien?

Esta historia es por muchos conocida y se repite en la vida cotidiana en los que creemos, participamos y vivimos en las labores de equipo, sea en la casa, en el trabajo, en la escuela, ¡o en el país!

Y todo se resume en la duda ¿qué hacer cuando nuestros dirigentes no saben ni dónde pisan?
El Chelis y su oncena nos dieron una lección: seguir trabajando, luchando, pensando, buscando hacer mejor las cosas bien o mejor, pensar en lo mejor para el equipo, anteponer el interés de todos al personal, a pesar de los dirigentes.
Parece cierta esa idea --que yo no creo plenamente, pero que algunos hechos me la hacen reflexionar--, de que los mexicanos nos crecemos ante el castigo, que no nos gustan las cosas fáciles, que nos agrandamos ante la adversidad.
Tenemos un sentimiento fatalista que deviene en un cierto masoquismo existencial, que nos hace hacer mejor las cosas bajo presión, cuando parece que todo ya está perdido es cuando mejor podemos trabajar. ¿Será cierto?

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