domingo, 5 de julio de 2009

¡A las urnas!

Concluye por fin un proceso electoral sumamente desangelado y extraño.
La presencia de los candidatos en esta ocasión fue muy escasa (a diferencia de las elecciones de años anteriores), con poca de la publicidad tradicional en las calles, muy escasa y centralista la de los medios electrónicos (en radio y televisión sólo los espots hechos desde las dirigencias nacionales de los partidos con muy escasa participación de los candidatos del interior del país) y prácticamente nula en los medios impresos.
Un nuevo ingrediente en esta campaña ha sido la presencia creciente de la opción del voto nulo o “blanco” y las agrias y fuertes discusiones que ha provocado entre los actores políticos y la sociedad civil.
Al ser una elección intermedia se espera una participación muy escasa: no más del 40 por ciento de los electores, en el mejor de los casos.
Tal vez menos del 30% en un escenario más pesimista.
Las cartas están echadas. Los aspirantes ya dieron a conocer su imagen, sus muy escasas y por momentos descabelladas propuestas, los partidos políticos ya echaron mano de guerras limpias, sucias, encuestas y denuestos para pelear por obtener un buen resultado.
Es predecible con muy escasas excepciones el PRI y el PAN se posicionarán como primeras fuerzas a nivel nacional y en el estado de Puebla.
Es previsible que el PRD recupere su tercera posición nacional y no la segunda que ocupó transitoriamente luego de las elecciones de 2006.
PT y PVEM, es probable que vean incrementado su votación, debido a la virtual entronización de AMLO como jefe moral del primero; y a la exitosa y mañosa campaña mediática que el Verde mantiene desde hace meses y que le ha redituado en las preferencias, según las encuestas.
Los partidos minoritarios (PSD, Convergencia y Panal) buscarán mantenerse en el mínimo que la ley les exige para seguir recibiendo los subsidios del erario público.
Lo único que puede hacer de estas elecciones algo novedoso es la irrupción del voto nulo o “blanco”, como una expresión del descontento y la insatisfacción ciudadana con la vida política mexicana y en especial con los partidos.
Eso sería lo que podría hacer la diferencia, que hubiese una mejor afluencia de votantes de la que se espera y que el voto nulo crezca de manera destacable (que sea de un mínimo 8 o 10%).
Si bien el “voto blanco” no tendría una implicación directa u obligatoria sobre los partidos, si sería una expresión clarísima de que nuestro sistema democrático y electoral merece una nueva revisión.
(Además de que pondría en riesgo a los micro partidos -PSD, Convergencia y Panal- ya que su votación deberá incrementarse ante una mayor participación ciudadana).
Lo importante entonces es participar, ir a las urnas y votar.
Sea por el partido o candidato que nos parezca que merece nuestro sufragio.
O anulándolo si así se desea, pero es necesario ir a la casilla, formarse y sufragar.
Esa va a ser el mensaje más claro que la ciudadanía le puede enviar a nuestra desprestigiada clase política.
La participación activa de la ciudadanía en el acto más cívico de una sociedad democrática como es el acudir a las urnas, mostrará a los partidos políticos y a los funcionarios públicos de todo nivel, que la sociedad ya no está dispuesta a dejar todo el futuro de nuestro país en manos de líderes mediocres que velan en primera instancia por sus propios intereses, que no enseñan nada nuevo ni bueno y que la mayor parte de las ocasiones conducen los destinos de México, de espaldas a sus ciudadanos.

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